No ha pasado tanto tiempo y ya casi no nos acordamos de las cabinas telefónicas, pero todavía quedan algunas y qué recuerdos cada vez que las ves. En mi caso, donde veraneaba no había teléfono fijo, el móvil no estaba ni en proyecto. Recuerdo pasar toda la semana recogiendo monedas de 25 pesetas para acercarme una noche al pueblo; a penas hablaba unos minutos con mis abuelos, pero me hacía una ilusión tremenda, y eso que bajaba a las diez de la noche porque era mucho más barato y luego había que volver a oscuras.
Ahora nos invade la tecnología y nos quejamos amargamente cuando nuestro móvil se queda sin cobertura en algún lugar recóndito, pero recordad que en un tiempo no muy lejano sobrevivíamos sin tanto artilugio.
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