....cierto es que lo he disfrutado a lo grande. Llevaba tiempo queriendo subir a la planta novena del Corte Inglés de Callao porque había visto fotografías tomadas desde esa posición y me habían gustado. Estuve dudando en si ir o no porque estaba anocheciendo, llovía débilmente, además, había que cargar con el trípode. Así que vencí la pereza después de una semana intensa, cogí todo mi equipo y un paraguas de esos "mini" que te caben en un bolsillo pero que se despliegan en veinte trozos, y me fui al centro de Madrid. Nada más llegar primer problema, colocar el trípode entre la muchedumbre que quería llevarse su instantánea, como yo. Conseguido. Disparas y te das cuenta que ese cristal que impide que la gente se caiga por error, refleja todas las luces del interior de la sala. Anda¡¡ si tengo un paraguas¡¡ Lo despliego y me acoplo a la cámara como una gallina incubando un huevo. Gira para un lado, sube, baja... así hasta que consigo en gran medida ocultar los reflejos. Empiezo a notar que la gente me mira -a mí me da igual, yo me lo estoy pasando pipa. Entro dentro y me dirijo al mirador que da a la Gran Vía, desde donde se puede ver la Plaza de España. Nada, ya estoy animado, espero paciente a que haya hueco y ala, vuelvo a colocar mi trípode, la cámara y vuelvo a abrir mi paraguas, noto que la gente me vuelve a mirar -llevo un buen rato sacudiendo el paraguas que no hay manera de abrirlo. Por fin, todo listo. Sube, gira, más para atrás, un poquito menos... parece que los reflejos están ocultos y vuelvo a disparar. Ya no me fijo en si hay alguien que me mira o hace algún comentario o simplemente se ríe, estoy en mi mundo, mi mundo fotográfico.
Aquí os dejo algunas de las instantáneas realizadas, con sangre, sudor y un paraguas.
Un saludo desenfocado.
